14 de diciembre de 2009

Pequeñas derrotas.

Una uña encarnada, un resfrío, patear la pata de la cama descalzo, romper un vaso; pequeñas batallas perdidas contra el infortunio que nunca van a graduarse de catástrofes pero aún así no dan el brazo a torcer. No sólo se ensañan con nuestro cuerpo mortal sino que algunas van más allá: una mirada desviada, un beso abandonado, una palabra que resbaló en la punta de la lengua y se hizo trizas contra el piso. Así son mis arpías guardianas, su humor peca de retorcido pero por lo menos tengo la certeza de que alguien es feliz con cada una de mis pequeñas derrotas; a fin de cuentas todos buscamos la felicidad y lo que algunos puteamos a otros se les va en risas. Saludos viajeros y recuerden sonreirle a esas pequeñas haditas que rien con cada retoño de desgracia... mientras nos pintan una lágrima en cada ojo y un suave gusto a cenizas en la garganta.

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