16 de noviembre de 2010

El anciano guerrero me contó...

Sentado sobre un barril de hidromiel afuera de la taberna, reclinado sobre el pomo de su mellado mandoble me dijo: "No seas débil, no muestres lo débil que eres, no quieres lástima de los demás; quieres que te conozcan por lo que puedes ser y no por lo que no puedes. Es de tontos hacer un avatar de sus debilidades y avanzar con él por los caminos. ¿Dónde has visto un guerrero ir al combate mostrando sus heridas abiertas? Dos personas en este mundo merecen verlas: El escudero que cada día con  fe inmesurable te calza la pesada armadura y la doncella que con devoción sanará las heridas. El resto debe ser ajeno a tu dolor; ningún martir jamás se ufanó de cuánto ha sufrido. Recuerda siempre eso y siempre serás respetado; olvídalo y serás un mendigo de la pena de los demás: nunca te escudes detrás de tus debilidades como excusa para no intentar algo. Pobre de alma es quien lo hace."

No tuve más opción que creerle, no conozco otro guerrero ciego que haya sobrevivido cien batallas.